lunes, 15 de marzo de 2010
La voz del sonido - René Magritte
La magia existe y Magritte es su mayor representante. Imaginemos una sala sin ningún tipo de estímulo perceptible por cualquier sentido externo humano. La nada perceptiva más absoluta. Nosotros con nuestros pensamientos o con nosotros mismos, vana diferencia. De esta nada surge “La voz de los Vientos” de René Magritte. Quizás la veamos, pero en ese minúsculo instante inconsciente de la percepción, ya ha llegado hasta nosotros un sonido: el sonido de los cascabeles.
Tres son estos cascabeles de distintos tamaños. Uno generaría sonido, dos generarían monotonía, pero tres generan un acorde, una unión de varias notas que interpretadas a la vez crean un sonido completo, lleno de vibraciones que llegan hasta lo más profundo de nuestro ser. Este sonido, que puede ser el que nosotros queramos, se inserta dentro de nuestra alma, y a través del ojo, hace que captemos visualmente el paisaje secundario como un todo armónico auditivo-visual.
Esta conjunción plástica entre lo captado por el ojo y lo captado por el oído del espíritu, hacen que el cuadro en sí, todo completo, nos llene de ese gozo de paz y serenidad que nos interpretan desde el principio de los tiempos las esferas del universo, esas mismas que generan el sonido primigenio y eterno que hacen que todo fluya con un ritmo y una cadencia creadoras del orden sutil y sublime que actúa de lecho para el nacimiento, desarrollo y muerte del ser humano.
El ritmo lo es todo, vive en todo, genera vida, muerte, y junto a la melodía, hace que el ser humano pueda creer en un orden; orden que aunque desconocido intuye, en lo más hondo de sí mismo, que sabe que está ahí, lo capta , lo siente, y sabe que a partir de él, se puede buscar, no se sabe si se llegará a encontrar, la verdad: fuente de toda felicidad.
Quizás si nuestro principal lenguaje comunicativo fuera el musical, no existirían tantos malentendidos. Quizás en ese estado, “Lo voz del sonido”, no sería más que la representación de tres letras en un paisaje bucólico.
Carlos Postigo
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