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viernes, 4 de noviembre de 2011

Efímera Levedad


Ignace sintió el cuerpo levantarse del reclinatorio y avanzar con paso seguro hacia las escaleras del lateral de la tarima. Puso un pie en el primer escalón e inició el descenso con una irónica sonrisa en la cara. Escuchaba los gritos de la multitud jaleando su nombre mientras sus pasos se dirigían audazmente hacia el extremo opuesto de la plaza.
Sin darse cuenta, de repente, las piernas le fallaron y cayó al suelo rodando. Su intención de levantarse fracasó a la vez que las manos dejaban de tener movimiento. Con espanto advirtió que su cuerpo ya no le respondía, quedando inerte, abandonado.
Con un último impulso de su voluntad levantó la mirada para ver él también el espectáculo…

En una décima de segundo, el frío inició su ascenso desde los dedos de los pies hasta alcanzar el cuello. La cabeza hacía ya tiempo que había caído rígida en la cesta de la guillotina.

Clara Solano

viernes, 3 de diciembre de 2010

Profundidades


Me desperté húmeda, como si me hubiera acostado encima del cubata que no derramé ayer antes de echarme a dormir. Luces, sombras, claroscuros, rincones y trampas de la imaginación me llevaron anoche a descargar toda mi libido sobre las amoratadas puntas de los penes de varios de mis amigos.

Había dormido todo este sábado para poder salir despejada por la noche y poder aguantar hasta la madrugada. Otra vez había quedado con Moni. Me dijo que me iba a dar una sorpresa… y así fue. En estos instantes aun siento los espasmos del último orgasmo que recuerdo.

Mi primera idea fue pensar que la gente de aquella fiesta no era más que una banda de niñatos aburridos, cansados de haber probado todo y deseosos de nuevas experiencias… pero mi idea cambió en cuanto apagaron la música. Nos tumbamos todos en una serie de colchonetas para hacer yoga. A los pocos instantes empezó a sonar una música muy lenta, suave, tipo new age. Alguien nos daba instrucciones: “inspirad-expirad-inspirad-expirad”. En cada inspiración el ritmo se iba acelerando. Yo me sentía cada vez más mareada.

Poco a poco iba notando que se me rompían mis fronteras, me separaba de mí misma. Oí que alguien decía que nos quitáramos la ropa… no tuve ningún reparo, al revés, incluso fue una bendición… me sentía libre, sin ataduras artificiales pegadas a mi cuerpo. El director de la fiesta aceleró aún más el ritmo de la respiración hasta que de repente nos obligó a parar.

En este instante no me pertenecía. Me levanté, vi que otros también estaban de pie moviéndose, acariciándose, saltando sobre sí mismos. No podía controlarme. Inicié mi ritual masturbatorio íntimo pero esta vez delante de todos. Me agaché, abrí las piernas y empecé a acariciar mi clítoris solo con la palma de la mano. Cuando sentí las primeras gotas cálidas sobre mi mano, como siempre, me introduje el dedo pequeño entre los labios de mi vulva, haciéndolo girar hacia uno y otro lado, aleatoriamente…como a mi más me gusta.

No me percaté en ese momento de que alguien me estaba acariciando el ano circularmente. Me relajé y me abrí aún más. Sentí los dedos de mi amigo dentro de mi espalda. Sin darme cuenta de nuevo, otro amigo estaba manipulando su pene delante de mi cara… me abalancé como una posesa hacia el. Le lamí hasta que el chico me dijo basta.

Para ese momento los dedos se habían convertido en pene… dos penes. Me relajé todavía más y me abrí lo máximo que pude. Brinqué, salté intentando hacer explotar los testículos de mis amigos. Me sentía libre… volaba, viajaba por aquellas nubes que siempre veía en otoño al atardecer en mi barrio. Gritaba, gemía al haber entrado en contacto con mi ser espiritual, con mi yo verdadero. Me sentía poseída por mí misma.

Creo que todos sentimos nuestras más íntimas profundidades… todos viajamos al centro de nuestro ser, donde no hay límites; donde el reflejo de nuestras vidas pasadas queda incrustado como pequeñas esquirlas de cristal. Aún sigo sintiendo todos los penes, todos los testículos, las manos… de aquellos seres volátiles, descarnados, sin pellejos superfluos. Perdonadme… voy a vestirme.

Clara Solano

lunes, 6 de septiembre de 2010

Baile de máscaras


Hoy me he vuelto a despertar mojada. El problema es que esta vez he de cambiar las sábanas porque he dormido sin bragas. Palpo el colchón y lo noto húmedo y frío. Digo una maldición y me levanto a observar. Efectivamente estoy muy cachonda, necesito masturbarme, por lo que empiezo a recordar la fiesta de máscaras de ayer.

Quizás el disfraz que llevaba no era muy original. Simplemente llevaba una maya de cuerpo entero simulando mi desnudez; sí vamos, que iba disfrazada de desnudo integral, yendo desnuda a la vez. Mi máscara era simplemente un retrato de mi cara sujeto con una invisible goma.

Entré al salón del Casino y fui directa a la barra sin fijarme en todas aquellas miradas que me dirigían todos. ¡Como para no llamar la atención!. No había acabado de pedir mi Gin-Tonic cuando vi que venía a saludarme Juan Carlos, un ex-compañero de trabajo muy tonto, pero que siempre había fantaseado con la idea de montármelo con el. Llevaba un disfraz de Superman debajo de otro de Cat-woman, acompañados ambos de una máscara africana que le tapaba toda la cabeza, (debajo, aún, llevaba un antifaz veneciano). Le conocí por su altura, y su voz de bobalicón.

Puede que bebiera más de la cuenta, porque creo que en ningún momento decidí conscientemente montármelo con él. Simplemente aparecí en mi cama intentando quitarle la primera máscara. Metí mi mano derecha por detrás de su cabeza para romper la goma mientras que con la otra le acariciaba los muslos, sin llegar a rozar mínimamente su paquete. Por más fuerza que hacía, no conseguía quitarle su máscara, por lo que decidí desnudarme yo sola delante de él para que fuera capaz por sí mismo de quitarse la careta.

Mirando la pared me agaché y fui abriendo mi maya poco a poco, haciéndole ver que mi cuerpo era realmente mi disfraz, que no ocultaba nada que no pudiera ver. Sentí sus dedos recogiendo líquido de mi vulva mojada e introduciéndomelo dentro, después de haber pasado por sus labios. Me di la vuelta y volví a intentar quitarle la careta, pero cada vez se resistía más, por lo que decidí intentarlo con su disfraz.

Creo que el disfraz de Cat-Woman me excitaba más que Juan Carlos, por lo que me entretuve un poco acariciando sus falsos pechos, mordisqueándolos sin compasión. Sentía sensaciones muy cercanas al orgasmo, por lo que decidí quitarle sus dos disfraces a la vez. Empecé metiendo mi mano por la bragueta hasta que pude agarrar su pene; estaba duro como una piedra. Me lo llevé a la boca y sin compasión inicié mi serie de lamidas intermitentes propias de la casa. Él cada segundo se iba poniendo más cachondo, por lo que me decidí a abrirle los disfraces. Pero tampoco pude. Yo le lamía su poya cada vez más rápido, haciendo más círculos completos, pero el no dejaba abrirse.

No llegó a correrse. Aparté mi mano de su rabo y me quedé observándole. Le sentía vivo, pero no era una persona; estaba oculto, muy escondido dentro de sus disfraces. Ante tal inactividad aproveché el morbo que me daba el disfraz de Cat-Woman y acabé masturbándome viendo como a la heroína le goteaba su glande.

Ahora, mientras me lavo los dedos en el lavabo, pienso que quizás no debía haberle echado de mi casa tan rápidamente. Quizás debería haber confiado más en él, pero en esos momentos necesito follar con una persona. Ser libre.

Clara Solano

Fotografía de cabecera: "Máscaras" - Daniel Díaz

viernes, 13 de agosto de 2010

En casa de Gloria



Dedicado a mis "amigas" LaMari, L'Almu, y LaSilvi

Me acababa de masturbar. Fue sacar las nuevas braguitas de Oysho que me había comprado aquella tarde con mis amigas, y sentirlas ascender por mis cortas piernas, cuando empecé a sentir el cosquilleo que tan bien conocía. Sonó el teléfono y no tardé ni cinco segundos en confirmar mi asistencia aquella noche en casa de Gloria.

A pesar de mi puntualidad, el salón de la casa ya estaba lleno de gente con los vasos en la mano. Ví a Moni que estaba con unas desconocidas y me uní a ellas. Después de una hora más o menos, apareció el novio de una de las chicas. Era simpático, con una agradable sonrisa y una imposible mirada azul; empezaba a sentir aquel cosquilleo.

Acabamos los dos hablando de nuestros varios viajes; estábamos emocionados. Habíamos estado casi en los mismos lugares. Yo cada vez sentía más calor por mis piernas y la nuca, y él cada vez me miraba con más lascivia. Su chica había desaparecido, no quiero pensar donde acabó.

Con el alboroto de la fiesta, (creo) que nadie se dio cuenta cuando nos metimos en la habitación de Gloria. Nada más echar el pestillo él me aupó sobre sus caderas y empezamos a besarnos. En aquel momento ya había perdido la consciencia racional, me acaba de convertir en puro instinto.

Nos tumbamos en la cama. Él me fue quitando el pantalón poco a poco, la blusa, el sujetador y mis braguitas “de la suerte”. En ese momento me asaltó la necesidad de dar, ofrecer todo mi “yo” a ese “otro”. Nos intercambiamos de posición. Ya no era capaz de abrir los ojos, estaba ciega de lascivia. Fui directa. Le desabroché la hebilla, abriéndole sus pantalón hasta que pude bajárselo del todo.

Como sorpresa, le metí la mano en los calzoncillos sin quitárselos, sabiendo el morbo que provoca está maniobra a los chicos. Palpé su vello, sus ingles, su clítoris, hasta la abertura de su vulva. En ese momento me costó reaccionar, no fui consciente hasta que mi mano dejó de acariciar y él se quedó como petrificado.

Alcé la cabeza y le miré a los ojos. Él me miraba con angustia, como sintiéndose culpable por algo que sabía perfectamente que había hecho mal. Yo intenté hablar, aunque solo fuera susurrar, pero no pude. Cerré los ojos, dejé que la pasión me poseyera y le aparté un poco los calzoncillos, hasta que pude lamer su clítoris. Empezó a estremecerse. Yo inicié mi serie de espasmos incontrolables que tan llena me habían hecho sentir a lo largo de mi vida.

Los dos nos abrimos aquella noche. Acabamos hablando de la insatisfacción en nuestros respectivos trabajos, hasta que dejamos de oír ruidos en el salón. Nos abrazamos con un beso y nos despedimos. Llegué a casa un poco mareada, pero con el corazón palpitante de vida. Pensando en ella me volví a masturbar en la cama. Me quedé dormida con su nombre escrito en mi dedo. Se borró.


Clara Solano

miércoles, 28 de julio de 2010

Con-ciencia


Sentado y cavilando no me pertenezco; dejo que toda mi capa más profunda tome decisiones por mí, me lleve y me traiga; me haga volar y descender sobre la tierra.

Me levanto y mi conciencia lo percibe, por lo que cuando ya me quiera dar cuenta, estoy moviéndome dejando atrás un ligero movimiento propulsor ascendente; olvidado para ser recordado si mi conciencia quiere volver a recordarlo.

Ando, me dirijo en una dirección no pensada pero falsamente decidida por mí, caminando sin intención de querer, pero convencido a través de mis sentidos de la solidez de mi libertad.




Libertad, velo, maya; sinónimos de una realidad material neurofisiológica, materialismo sin salida, sin ventanas ni puertas de escapatoria. Conciencia: aparato perceptivo de un sistema temporal.

Sin movimiento no hay tiempo; sin tiempo no hay vida; sin vida no hay muerte; sin muerte no hay pensamiento; sin pensamiento no hay conciencia; sin conciencia seguiríamos siendo lo mismo que somos ahora.


Clara Solano