Si quieres recibir algún número del fanzine, para ti o para distribuir, nos los puedes solicitar por correo electrónico en:

suburbiosdelarazon@gmail.com

viernes, 13 de agosto de 2010

En casa de Gloria



Dedicado a mis "amigas" LaMari, L'Almu, y LaSilvi

Me acababa de masturbar. Fue sacar las nuevas braguitas de Oysho que me había comprado aquella tarde con mis amigas, y sentirlas ascender por mis cortas piernas, cuando empecé a sentir el cosquilleo que tan bien conocía. Sonó el teléfono y no tardé ni cinco segundos en confirmar mi asistencia aquella noche en casa de Gloria.

A pesar de mi puntualidad, el salón de la casa ya estaba lleno de gente con los vasos en la mano. Ví a Moni que estaba con unas desconocidas y me uní a ellas. Después de una hora más o menos, apareció el novio de una de las chicas. Era simpático, con una agradable sonrisa y una imposible mirada azul; empezaba a sentir aquel cosquilleo.

Acabamos los dos hablando de nuestros varios viajes; estábamos emocionados. Habíamos estado casi en los mismos lugares. Yo cada vez sentía más calor por mis piernas y la nuca, y él cada vez me miraba con más lascivia. Su chica había desaparecido, no quiero pensar donde acabó.

Con el alboroto de la fiesta, (creo) que nadie se dio cuenta cuando nos metimos en la habitación de Gloria. Nada más echar el pestillo él me aupó sobre sus caderas y empezamos a besarnos. En aquel momento ya había perdido la consciencia racional, me acaba de convertir en puro instinto.

Nos tumbamos en la cama. Él me fue quitando el pantalón poco a poco, la blusa, el sujetador y mis braguitas “de la suerte”. En ese momento me asaltó la necesidad de dar, ofrecer todo mi “yo” a ese “otro”. Nos intercambiamos de posición. Ya no era capaz de abrir los ojos, estaba ciega de lascivia. Fui directa. Le desabroché la hebilla, abriéndole sus pantalón hasta que pude bajárselo del todo.

Como sorpresa, le metí la mano en los calzoncillos sin quitárselos, sabiendo el morbo que provoca está maniobra a los chicos. Palpé su vello, sus ingles, su clítoris, hasta la abertura de su vulva. En ese momento me costó reaccionar, no fui consciente hasta que mi mano dejó de acariciar y él se quedó como petrificado.

Alcé la cabeza y le miré a los ojos. Él me miraba con angustia, como sintiéndose culpable por algo que sabía perfectamente que había hecho mal. Yo intenté hablar, aunque solo fuera susurrar, pero no pude. Cerré los ojos, dejé que la pasión me poseyera y le aparté un poco los calzoncillos, hasta que pude lamer su clítoris. Empezó a estremecerse. Yo inicié mi serie de espasmos incontrolables que tan llena me habían hecho sentir a lo largo de mi vida.

Los dos nos abrimos aquella noche. Acabamos hablando de la insatisfacción en nuestros respectivos trabajos, hasta que dejamos de oír ruidos en el salón. Nos abrazamos con un beso y nos despedimos. Llegué a casa un poco mareada, pero con el corazón palpitante de vida. Pensando en ella me volví a masturbar en la cama. Me quedé dormida con su nombre escrito en mi dedo. Se borró.


Clara Solano

1 comentario:

  1. Magnífico

    Con Con-ciencia ya me distes muchas esperanzas. Ahora, me inclino ante este relato tuyo que, con sublime naturalidad, saltas sobre el género humano. El o ella, que mas dá. Uno puede ser Una en cualquier circunstancia y al siguiente cambiar al Uno, independientemente de las herramientas que por naturaleza nos toque usar.

    El único sentimiento negativo, si así se puede llamar, que he sentido ha sido de envidia. Envidia de no ser yo uno de los intérpretes del Relato.

    Con cariño

    Antonio

    ResponderEliminar