viernes, 4 de noviembre de 2011
Efímera Levedad
Ignace sintió el cuerpo levantarse del reclinatorio y avanzar con paso seguro hacia las escaleras del lateral de la tarima. Puso un pie en el primer escalón e inició el descenso con una irónica sonrisa en la cara. Escuchaba los gritos de la multitud jaleando su nombre mientras sus pasos se dirigían audazmente hacia el extremo opuesto de la plaza.
Sin darse cuenta, de repente, las piernas le fallaron y cayó al suelo rodando. Su intención de levantarse fracasó a la vez que las manos dejaban de tener movimiento. Con espanto advirtió que su cuerpo ya no le respondía, quedando inerte, abandonado.
Con un último impulso de su voluntad levantó la mirada para ver él también el espectáculo…
En una décima de segundo, el frío inició su ascenso desde los dedos de los pies hasta alcanzar el cuello. La cabeza hacía ya tiempo que había caído rígida en la cesta de la guillotina.
Clara Solano
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