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lunes, 21 de noviembre de 2011

La Heptarquía Mística


El sistema de numeración humano está compuesto de 10 números, igual al número de dígitos de nuestras dos manos. El sistema binario, conectado/no conectado es el que usan las máquinas para poder comunicarse entre ellas y con nosotros mediante los traductores adecuados.

Del mismo modo, el Pleroma y su manifestación en el Multiverso tiene su propio sistema de numeración, el heptadecimal o heptarquía, compuesto de siete números y que en su conjunto contiene a todos los demás en su interior. La Iluminación es el Traductor universal.

La suma de los números 1+2+3+4+5+6+7=28 el dos de la dualidad masculino femenino y el ocho de la eternidad, donde 2+8=10 el 1 primigenio y la nada, respecto a la materia de nuestro plano actual, que es todo 1+0=1 De dicho modo vemos como toda lo existente está contenido en el 1, principio de todo y corona del compás.

El 1, como no puede ser de otro modo, representa el principio espiritual del pleroma que se refleja sobre la nada que se encuentra dentro de sí mismo dando lugar al 2 de la manifestación natural. Del Padre el 1 y de la Madre el 2 - 1+2=3 surge el Hijo que no deja de ser el círculo simbólico que contiene al resto de conjuntos y subconjuntos y que es preexistente, desde antes de la emanación junto con el padre y su reflejo, la madre de cuya unión surge el auténtico creador, el 3.

Es este tres el que, de su emanación, surgen todos los elementos de la naturaleza y sus estructuras y pilares fundamentales. El Creador del Multiverso, sin ser, propiamente dicho, el Pleroma, sino su manifestación, sin embargo es el primer súper-Eón, Adam Kadmón, responsable de todo lo que hubo tras la primera explosión, todo lo que hay, en la actualidad, en permanente expansión y todo lo que dejará de ser cuando la expansión se frene, el ouroboros deje de vomitarse sin fin y comience a fagocitarse hasta regresar con todo lo creado en una silenciosa implosión puntual al mundo original, llevando consigo, en su seno, todas las experiencias tomadas de este plano de existencia materio-energética y en el que actualmente nos movemos.

Dentro de este escenario reflejado por la unicidad del Ser Original y dirigiendo la orquesta de los grandes demiurgos constructores, a cuyo mando laboran obedientemente una multitud de arcontes, se construyó primero el macrocosmos el 5 y que muchos confunden con el auténtico cielo, aunque no sea eterno ni infinito si que es inabarcable. El cinco cósmico también representa al hombre natural, al original Golem de arcilla que vendría a ser la vasija que contuviese parte del espíritu de los eones de Adam Kadmón el 6. Cada Ser Humano, cada ser consciente del Universo, microcosmos, es un reflejo semejante al macrocosmos, así como el macrocosmos lo es de la propia divinidad o Pleroma.

Una vez que el escenario levantó el telón y el perpetuum móvile de la interpretación celestial se puso en marcha, el único vínculo que quedaba del Pleroma con sus propias partículas en este plano experiencial fueron los rayos electromagnéticos de la Metanoia. Uno de ida y el otro de vuelta. Medio de comunicación por el cual será posible, en algún momento, parar la rueda del Mundo y que Todo regrese a su origen primigenio, de donde todo surgió, y así poder comenzar, de nuevo, en un peldaño más elevado a nivel de interpretación celestial.

Sumando los números celestiales, el 1 de la unicidad, el 3 de la trinidad y el 7 de la heptarquía nos da 11 cuya reducción nos lleva al 2 de la dualidad. Lo cual nos dice que aún siendo la divinidad una unidad trina, Padre y Madre e hijo, su manifestación siempre es dual 1+3+7=11=1+1=2; por otro lado, la suma de los cuatro números relacionados con la materialidad, como no podría ser de otro modo, dado que el cuatro representa a los cuatro elementos, nos da el número 8 que tendido horizontalmente es el símbolo del infinito, Moebius, de la Eternidad 2+4+5+6=17=1+7=8 El 1 es el ser y el 7 su interpretación finalizada.

La conclusión de todo estos, es que a pesar de lo que sugieren los espiritualistas extremos, la materia es una manifestación propia de la divinidad en los plano en que interpretamos a nuestros personajes, el Mundo, y que invariablemente eso es algo que aunque se mejora a cada vuelta de espiral, dado que las turbulencias cuánticas se van amortiguando a cada escalón de la evolución, no deja de ser un proceso sin principio ni fin.

Aralba

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