miércoles, 30 de noviembre de 2011
Mittelbergheim - Czeslaw Milosz
El vino duerme en las barricas de encina del Rhin.
Me despierta la campana de una iglesia entre los viñedos
de Mittelbergheim. Escucho un pequeño manantial
que borbotea en la piedra del pozo en el patio, los pasos
de los zuecos en la calle. El tabaco puesto a secar
bajo el cobertizo y los arados y las ruedas de madera
y el declive de las colinas y el otoño se sientan a mi lado.
No he abierto aún los ojos. No me apremies,
fuego, vigor, anhelo, es demasiado temprano todavía.
He vivido muchos años e igual que en este sueño
me he sentido cercano a la frontera móvil
tras la cual colores y sonidos se realizan
y se armonizan las cosas de esta tierra.
No me abras aún a la fuerza la boca,
permite que tenga fe, que crea que puedo llegar yo también,
concedeme permanecer en Mittelbergheim.
Bien sé cuáles son mis deberes. Están a mi lado
el otoño y las ruedas de madera y las hojas
de tabaco bajo el cobertizo. Mi tierra
se encuentra aquí y en cualquier lado, desde no muy lejos
me llega en no sé qué idioma el canto de un niño,
la conversación de unos amantes.
Más feliz que otros, debo tomar
un rostro, una sonrisa, una estrella, una seda doblada
sobre las rodillas. Sereno, el gesto atento,
debo caminar por los montes con la transparente claridad del día
viendo desde lo alto cursos de agua, ciudades, calles, costumbres.
Fuego, vigor, anhelo, me sostienes en el hueco de la mano
como un surco inmenso, peinado
por el viento del Sur. Tú que traes certidumbre
en la hora del miedo, en la semana de la duda,
es demasiado pronto todavía, permite que madure el vino,
que duerman los viajeros en Mittelbergheim.
Czeslaw Milosz
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