domingo, 30 de enero de 2011
Se llama Peter Rhee
Se llama Peter Rhee y es el traumatólogo que salvó la vida de la congresista Gabrielle Giffords, tiroteada el pasado ocho de Enero en Tucson. Se le puede considerar un héroe, o un afortunado dotado con la poderosa magia de la curación. Por mi parte, lo que quisiera destacar es la faceta memos interesante para los medios de comunicación y los defensores de la eterna envidia.
Este señor de 49 años, ha trabajado durante 24 en el ejército americano, parte de los cuales los ha vivido entre las guerras de Irak y de Afganistán. Cansado, volvió a su patria a descansar con su mujer y sus dos hijos y ejercer de médico en casos sencillos para él como el presente (un tiro en la cabeza).
Haciéndonos una idea general de su vida, podemos deducir que el Doctor Rhee estudió una carrera de medicina, se involucró en el ejército (o viceversa), fue destinado a dos guerras, volvió a casa y siguió trabajando en un hospital. Mientras tanto se casó y tuvo dos hijos, ¡y no tiene los 50 años!
Mi admiración por alguien que no se quedó sentado en el sofá teorizando sobre la burguesía y sus represiones, lastimándose por la crisis y el paro, quejándose del capitalismo y sus maldades. Mi admiración por alguien que confió en sí mismo, que no cedió a los demás, que no se esconde entre las multitudes sociales, que no se evade de sus responsabilidades como persona (si quieren como ciudadano) y cumple con los demás como parte de un todo, no de un grupo. Mi admiración por alguien que vive de su trabajo y su quehacer diario, que lucha por aprender y no tiene miedo al error. Mi admiración por alguien que en contra de la opinión más profesional (en el ámbito médico-civil no se aconseja realizar el tipo de operación que realizó Rhee) se atreve a realizar una operación basada en su experiencia en dos guerras, que sabe que no es lo establecido, pero que él ha comprobado que puede salvar vidas. Mi admiración por alguien que no tiene excusas a la hora de vivir su vida, que no la teme, que sabe que solo trabajando (haciendo su labor más profunda) se realiza el ser y llega a su plenitud. Mi admiración por alguien que no ha forzado a nadie para cumplir su vida, que no ha querido imponer su criterio a los demás proyectando sus frustraciones.
Muchos de nosotros preferimos criticar las guerras, el ejército, el trabajo, la crisis y sus causas, a la sociedad, a los extremismos, al terrorismo y a los políticos… Para ello nos asociamos, interactuamos con los demás para compartir nuestros análisis más profundos de los problemas del mundo, nos movilizamos, protestamos, prometemos votar a otro (quien pueda), ver distintas cadenas de televisión y escuchar distintas opiniones para forjarnos la nuestra propia. Muchos de nosotros nos prometemos luchar por un mundo mejor de diversas maneras, pero pocos se prometen a sí mismos luchar por ellos mismos, por cambiar ellos. Esto supone trabajar, y muchos ponemos la excusa del actual paro para no hacerlo, ¡ni con nosotros mismos!
James King
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