¿Existiría la vida sin propaganda?. Como casi nadie sabíamos, el año pasado fue el centenario del nacimiento de Leopoldo Panero y este año se celebra el de Luis Rosales. Ambos grandiosos poetas de nuestro ya finiquitado siglo XX. Ambos compañeros de Historia de Miguel Hernández.
Pasa el tiempo, la uva deja de estar verde para sangrar verdades y conclusiones más honestas que una simple política de las palabras y sus aledaños. La ausencias aun sintiéndose por igual, no son las mismas, duelen, pero con otro olor. Hoy, al llegar la utópica serenidad de un tiempo que se nos va, podemos aplaudir y regocijarnos sobre las ideas y sus razonamientos más odiosos.
Al separar el grano de la paja nuestras almas de embellecen, siempre y cuando elijamos el grano. La grandeza de un sentimiento siempre prevalecerá sobre la bajeza de una idea. Los sentimientos no entienden de guerras, solo intentan proyectarse a través de las palabras sobre un mar inquieto, fluctuante en su propio devenir.
Miguel evolucionó, avanzó y regresó; vio cumplido su propia idea del círculo. Subió, bajó y en su última época volvió a su inicio, más puro aun siendo impuro, más limpio de nimiedades destructivas, más curtido en la vida, más profundo, así, remarcando las líneas de la vida con su más poderosa letra.
Extraigamos sus toros, sus lunas, sus ausencias y echémoslos al viento, allí donde la palabra se convierte en polvo y deja caer su ceniza sobre nosotros. Dejemos que su lluvia nos engendre hacia un día de luz levantina, blanca y transparente, creadora de la pita y la chumbera.
Carlos Postigo
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