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viernes, 29 de octubre de 2010

Los arquetipos de Luz-Bel: 8 – La Justicia


Los arquetipos de Luz-Bel

8 – La Justicia


Desconocida dama, hijo mío, para el común de los mortales y que posee características propias de la Sacerdotisa, la Emperatriz y en menor medida del Emperador; pero que solo alcanza su máximo esplendor en el arquetipo del Héroe, los Amantes. Ella se mueve en tres niveles de existencia, el espiritual, el de la naturaleza y el humano.

Los simios proto-hombres legislan sin cesar sin saber lo que realmente están haciendo. A esa legislación, propia del Emperador, no se la puede denominar como Justicia pues solo usa la espada para allanar el camino y permitir que puedan hacerse realidad los designios del Sistema. La Falsa Justicia del simio-hombre está sujeta a la simpatía y a la antipatía, a las casualidades y coincidencias del Destino. Por lo tanto, cualquier atisbo de la expresión Justicia solo puede ser fruto de la más pura casualidad. Esta justicia es pura indecencia.

La Naturaleza posee, desde su origen, una serie de Leyes naturales inquebrantables, aunque sorteables temporalmente, que están representadas en la balanza de causa y efecto. Toda causa produce un efecto, que además volverá a poner en marcha nuevas causas así hasta el infinito. Por lo tanto, las causas que las criaturas ponen en marcha, dentro del seno de la Emperatriz, siempre regresan a su origen amplificadas. Por lo tanto, si se ponen en marcha causas positivas o negativas, nos retornarán, sin ninguna duda, con la misma polaridad pero amplificadas. Esta justicia es totalmente ciega y no diferencia entre individuos o circunstancias. Quien se mete en el territorio de caza del tigre, a sabiendas, es consciente de que indefectiblemente será cazado.

Lo que la gente conoce como Justicia, hijo mío, no es la Justicia que la Sacerdotisa impregnó en la Emperatriz y mucho menos la fáctica del Emperador. La Justicia de la Sacerdotisa es implacable pues se encuentra por encima del Bien y del Mal. Su fuego abrasa y disuelve todo aquello que no case con los designios originales del Mago hacedor. Esa Justicia solo tiene una dirección y no conoce ni maldad ni benevolencia; según el concepto humano, incluso la Justicia en la Emperatriz sería terrible. Era tan joven y bueno y sin embargo fue devorado por el tigre ¡Que injusticia! De la justicia del simio-hombre, mejor no hablar de ella porque produce vómito.

Lo que la gente entiende como Justicia, en este mundo, es propio de Hércules, el Héroe, del ayuntamiento entre el Hombre y la Naturaleza. Esa Justicia, utópica en este plano de existencia, no es ciega ni usa la espada de forma indiscriminada. La balanza está siempre equilibrada con las circunstancias particulares de los individuos. Su magnanimidad es solo digna de los dioses y su función correctiva solo es efectiva si el espíritu del Héroe la imparte. Aquí, la consciencia del Semidiós, comprende que no tiene ningún sentido la violencia o la fuerza a la hora de impartir la Justicia divina. La pena capital no puede estar nunca justificada, pues aquí pierde el sentido que los simios-hombres le han concedido.

El Hombre, por naturaleza, es inmortal y está condenado a regresar a este plano existencial una y otra y otra vez. Aunque su memoria siempre es cercenada, en su génesis siempre quedan las causas pendientes y estará condenado a repetir los errores una y otra vez si no son corregidos en alguna actuación. Por lo tanto, cuando se ejecuta a algún individuo, en nombre de una falsa justicia, lo único que se está haciendo es aplazando el problema hacia otro escenario, no solucionándolo como es el fin original de la Justicia pensada por el Mago.

La corrección de la Señora Justicia, levemente andrógina, hijo mío, siempre es impartida con magnanimidad, considerando las circunstancias particulares o colectivas que han motivado al individuo a actuar de alguna manera impropia, respecto a alguna legislación natural o divina; pero nunca humana. El simio, no el Hombre, ni está autorizado ni está capacitado para impartir Justicia y mucho menos para legislar. Solo el Hombre verdadero, consciente de su divinidad, el Héroe que se ha vuelto uno con la Naturaleza, podrá convertirse en Juez de sí mismo.

ARALBA

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