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lunes, 14 de febrero de 2011

Manipulación diferencial


Somos humanos, únicos y diferentes del resto. No nos gusta que nos comparen con borregos. No queremos sentirnos dentro de un rebaño. Deseamos nuestra propia libertad e independencia de pensamiento y opinión. Bien lo queramos o luchemos por ello, nos creemos que somos diferentes del de enfrente, y no digamos ya de aquellos a los que envidiamos.

Para conseguir nuestro objetivo, leemos periódicos, escuchamos la radio, y por supuesto, nos sentamos delante del televisor para informarnos. Absorbemos noticias, hacemos nuestro propio mejunje mental y las vomitamos como elaboraciones propias, tanto siendo conscientes del plagio o no, eso es lo de menos.

El inconveniente nace de la pasividad, la pereza mental con la que vivimos y no queremos despertar. Toda actividad, también la mental, requiere un trabajo, un esfuerzo mayor, y por supuesto, no estamos dispuestos a gastar un mínimo de nuestro preciado tiempo en ir más allá de nuestro mínimo diario. Para eso ya están los titulares de los periódicos o la escueta extensión de los mismos.

A todo esto se le une los pilares de una educación basada en sentimentalismos irracionales barnizados de ideas políticas e ideas caducas o anacrónicas. Esta mezcolanza genera un efecto esponja en nuestras mentes que permite que podamos ser manipulados a gusto del que más despierto esté de entre nosotros.

Orwell nos retrató. El Ministerio de la Verdad es nuestra mente. Hoy borramos todo aquello que pensábamos ayer. Nos inventamos un pasado que se ajuste a nuestro presente e incluso nos permite discutir con aquello que nos muestre la realidad.

¿Porqué no callamos y nos tomamos nuestro tiempo para reflexionar sobre cualquier información que nos llegue? El pensamiento único y su corrección política nos manipula… pero eso sí, ¡yo soy tan diferente que no me dejo comer la cabeza! Si no, que se lo digan a Fernando Sánchez Dragó. ¿Quién de los que le han criticado por su información sobre unas adolescentes japonesas ha leído sus libros, los ha recapacitado, los ha analizado, los ha entendido y por último ha llegado a una reflexión única?

En cambio nos quedamos sentados en el sofá de nuestras casas, jugando a la “play”, viendo el partido de nuestro deporte favorito, leyendo libros complacientes con nosotros mismos o insustanciales en sí. Todo en su justa medida, claro, que no somos borregos, que también trabajamos o estudiamos y esto nos hace mejores personas (aunque no sé si humanas). El resto lo justificamos con el cansancio del día o de la vida.

La solución fácil y cobarde es la revolución, salir a la calle y en “masa única” romper el pasado para crear un nuevo pasado autodestructivo. En cambio, a la hora de la verdad, hablamos desde “nuestras opiniones” en nuestro sofá, pulsando el triángulo de la “play” para iniciar una nueva partida que nos gratifique un inmerecido “game over”.

El inconveniente es que nuestra vida, tal como la conocemos, no nos permite reiniciar.

James King

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