Sin embargo parece extraño, si concedemos al hombre feliz
toda clase de bienes, que no le demos amigos cuando parece que es el mayor de
los bienes externos. Igualmente, si es más propio de un amigo hacer que recibir
el bien –y es propio del hombre bueno y de la virtud el beneficiar, y mejor
beneficiar a los amigos que a los extraños-, el hombre virtuoso necesitará de
otros que reciban sus beneficios. Por eso se suele preguntar si hay necesidad
de amigos más en la fortuna que en el infortunio, en la idea de que el hombre
desafortunado necesita a quienes le benefician, y los afortunados necesitan a
quienes beneficiar.
Quizás también es absurdo convertir al hombre feliz en un
solitario, pues nadie elegiría poseer todos los bienes en soledad: el hombre es
un ser político y nacido para vivir en compañía. Y en el hombre feliz, desde
luego, se da esto porque posee los bienes naturales. Pero, obviamente, es
preferible pasar la vida con amigos y buena gente que con extraños y gente
cualquiera; por consiguiente, el hombre feliz tiene necesidad de amigos.
Aristóteles
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