miércoles, 13 de abril de 2011
De Transeúnte a Ermitaño pasando por Peregrino
En muchas ocasiones habremos oído decir que en esta Vida estamos de tránsito, pasamos por ella como un suspiro, un pequeño soplo de viento que tras surgir se desvanece.
Dada la relatividad del tiempo, si pudiésemos observarnos a nosotros mismos así nos parecería. Para nosotros el tiempo parece pasar más o menos lentamente; pero visto desde un punto de observación, en el futuro, nos damos cuenta que todos los años que dejamos atrás han corrido más de la cuenta; pero ¿Qué ha sucedido mientras tanto?
Solo cuando nos convertimos en ermitaños; es decir, hemos parado de correr y huir hacia delante y nos detenemos a meditar comprendemos que todo ese tránsito que ha ido quedando atrás tenía, visto bajo el prisma del destino, un Significado.
La consciencia nacida de la reflexión nos indica que nuestros pasos, cual caminante, no carecían de sentido sino que abrigaban un fin y descubrimos que los presuntos transeúntes no dejan de ser otra cosa que peregrinos de la Vida y cuyo destino final es este: Pararnos un instante y dejar que la mente procese todo lo vivido.
El Transeúnte camina sin rumbo fijo, eso cree él y por ello se siente como vacío y cuyo destino se le muestra tan negro como gruta de lobo.
El Peregrino presiente su origen y, más o menos, tiene claro cual es su Destino. Dejó de ser una marioneta en las invisibles manos de los hados y la tristeza inherente del transeúnte ha dado paso a la sonrisa propia de quien asiste a su propia boda.
El Ermitaño comprende que su búsqueda ha concluido y se muestra, la Vida, ante él como un plano a punto de concluir y al que solo hay que darle algunas pinceladas. Solo él es consciente de que primero hubo uno que se llamaba transeúnte para dar paso, posteriormente, a otro cuyo nombre era Peregrino. El Peregrino contenía en sí al Transeúnte y ahora él contiene a ambos.
Ahora, la soledad y la aparente inactividad han dejado fluir la corriente gravitatoria del Ser Cósmico, que sabe que es. Siempre lo ha sido; pero solo en esencia, en germen, dado que solo ahora se sabe uno con el Mundo y, por ende, uno con la plenitud del Ser.
El Transeúnte tuvo que ser primero, con todas sus cuestiones interrogantes. Después el Peregrino se alimentó de las respuestas que pudo hallar, a su paso, el anterior avatar; pero solo hasta que el Ermitaños se volvió consciente de la Verdad, no llegaron a existir ni el uno ni el otro. Solo el Ermitaño es consciente de que han existido, en su Ser, tres personas distintas que como en una carrera de relevos se iban dando el testigo.
ARALBA
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