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lunes, 20 de diciembre de 2010

Feliz Navidad


Antes de que se descubriese la Ciudad de Troya, los historiadores consideraban que se trataba de una Ciudad Legendaria de los escritos de Homero, que no había existido en la realidad. A partir de entonces se pone dicho ejemplo cuando se pretende mostrar que los mitos pueden no ser tales, sino historias encubiertas de hechos reales. El hecho de que Troya existiera no da verosimilitud a las historias contadas por Homero respecto a Helena, Paris, Aquiles y el Caballo de Troya. Darle verosimilitud a dicha leyenda sería similar a decir que son reales muchas de las novelas que se han ambientado, actualmente, en la Ciudad de Nueva York, por poner un ejemplo.

Respecto a la natividad de Jesucristo, sucede algo parecido. Se pretende dar visos de realidad histórica a un símbolo esotérico que se remonta a lo más lejano de la Historia Humana, al menos hasta la lejana época Sumeria. Tras aumentar las oscuras noches, en el fin del verano, llegamos a un punto en donde los días empiezan a prolongar su permanencia. Eso sucede, como bien sabemos, a partir del 21 o 22 de diciembre, tras la noche más larga, el solsticio de invierno. En todas las civilizaciones, que se conocen, se ha celebrado ese renacimiento del periodo Solar, como algo simbólico, relacionado con el renacimiento de la vida vegetal, y emparentado con la propia Alma Humana.

Dentro del Hombre, esa combinación de Simio y Espíritu que Aralba indicase, predomina a día de hoy, la mente simiesca, la vida del mono que lucha por su permanencia, por su supervivencia en un Mundo hostil donde o se come o se es comido. Donde uno se aprovecha de los demás y donde los otros también intentan, al menos, sacar provecho de uno mismo. Este Hombre, Ser Humano del que hablamos, es más un androide sin Alma que otra cosa hasta que se produce el aparente milagro. El Simio, a pesar de ser una Inteligencia Artificial, llega un instante donde reconoce que la lucha por el dominio del cuerpo que mantiene con no sabe bien qué, quizá sea una guerra perdida. Aunque su mente no es inmortal, una cosa es cierta, no es tonto y sabe que morirá y que ante las puertas de la muerte, en el mejor de los casos, surge la Incertidumbre de lo desconocido. El milagro consiste en que el Simio reconoce su derrota. Una derrota prefijada incluso antes de su nacimiento y comienza su colaboración activa para provocar el nacimiento primero, y el crecimiento después de ese pasajero alienígena que lleva consigo en su Corazón.

La Semilla que la Criatura humana lleva incrustada en su ADN, conviviendo en simbiosis con la propia del mono, entonces despierta, dado que ha sido invocada por la propia inteligencia de su compañero mortal. Porque la lucha que ha llevado el Simio, durante toda su existencia, no ha sido contra el Espíritu despierto sino contra sí mismo intentando impedir que el inevitable nacimiento se produjese. De haber estado el Espíritu despierto esa lucha jamás podría haberse dado ya que el inmenso poder del Espíritu no tiene parangón y cualquier batalla contra él habría durado menos que un suspiro.

La semilla dormida siempre ha estado ubicada, alegóricamente, en el corazón que es el habitáculo de los sentimientos; pero dormida sin poder influir en su anfitrión más que de forma subliminal y durante el sueño. Hasta entonces, la criatura humana se ha comportado igual que las bestias; pero con el poder que le concede su inteligencia artificial. A partir del día de la rendición, el Simio y el Espíritu comparten todo y el hombre natural comprende que no tiene futuro y que su lucha debe de ser a favor de su simbionte espiritual. El Espíritu eclosiona, el Hombre crece y el Simio mengua hasta que un día le llegue el final.

El despertar de esa semilla Alienígena, Espiritual, en nuestro corazón es la auténtica Natividad del Cristo en el Belén de nuestra naturaleza mortal. Ese es el auténtico nacimiento del Hijo de Dios, del Dios mismo en toda su Consciencia y que a partir de entonces, solo a partir de ese instante, nos convierte en peregrinos, espiritualmente despiertos, en este mundo y además en colaboradores para con el renacimiento del Espíritu Divino en los corazones de todos nuestros semejantes, hermanos.

Que el Espíritu de Cristo pueda nacer en nuestros corazones y convertir nuestras vidas en algo fructífero para la consecución del Destino Final. Su destino, mi destino, nuestro destino, el de todos, reconstituir el Corpus Christi. Reconstruir el Cuerpo del único Dios Verdadero en este Mundo provisional: Jesucristo para la Religión Oficial, Adam Kadmón para nosotros los Gnósticos. Los dos, son una misma Cosa.

Una vez conseguido esto, habrán pasado los cielos y la tierra antiguos con el fin de poder retornar a nuestro Mundo de origen; es decir: Habrá Cielos nuevos y Tierra nueva.

Feliz Natividad a todos nuestros amigos, conscientes y durmientes.


Con Amor:

Antonio Ruiz Alba


Fotografía de cabecera: Time Inc. CNN

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