Margaret Durow |
Cuando buscaba la excusa para evadirse
del paraíso de baco, entrando en dicotomías cuasi-enfermizas, ocurrió algo
inesperado, sintió un irremediable deseo de escribir, de expresar en papel lo
que su mundo interno le demandaba, poner bocabajo una asociación de fenómenos
poco ortodoxos que trataban de aflorar, de formar parte del mundo cotidiano, de
pasar en cierto modo a la inmortalidad.
Debido a la época del año en el que se
encontraban, a las 7 horas y 30 minutos todavía el sol iluminaba el certero
paisaje, jugando coquetamente con sus incandescentes rayos de sol, quizás el
calor abundaba en sobremanera, por lo que nuestro joven protagonista decidió
sentarse al pie de un robusto roble que allí se hallaba, notando como la luz
solar luchaba por hacerse hueco entre el abundante ramaje, forrado de verdes
hojas que hacían de muro translúcido, permitiendo una perfecta visión y a la
vez protegía de las malas artes del astro rey.
El
“chasis” sacó su vieja libreta roja, de dimensiones reducidas y
habilitada por sus espirales anillas, y se dispuso a escribir, a dejar que sus
sentimientos le dictaran las palabras que manifestaran los fantasmas que tomaban su interior como permanente
domicilio, como inquilinos ruidosos que jugueteaban en su pecho, pero realmente
él se sentía bien, era una fase mala pero sentía que lo iba a superar porque
llevaba aparejada un vigor extraordinario en sus emociones, la aflicción había
huido a mundos paralelos e irreconciliables que el notaba que nunca iba a
explorar, el afecto, la compasión, la cordialidad, la ternura, el amor, la
piedad, la alegría y la pasión eran ahora sus compañeros de viaje.
A escasos trescientos metros estaban el
“águila”, que era llamado así por la prominente nariz curva de la cual hacia
gala, que permitía realizar con su forma el símil del comentado rapaz, con su
inseparable amigo el “pincho” mote
relacionado con su peinado, los cuales habían decidido mostrar su desprecio por
la actitud del aficionado escritor:
¡Valiente gilipollas¡ ya está de nuevo
tratando de llamar la atención, separándose de nosotros y haciéndose el
intelectual …… si no sabe hacer la “o” con un canuto – se reía el “águila”.
Menudo “pringao”, mírale, ¡si sólo le
falta fumar en pipa y un bastón con empuñadura de hierro para ser un “bohemio
escritor”! – argumentaba su compañero
Y luego vendrá diciendo que el arte le
corre por las venas…. Decía el primero.
Lo que le corre por las venas es el
alcohol…. ¡ja, ja, ja! – ironizaba el “pincho”.
Estas dos personas eran amigos desde la
infancia, se habían jurado fidelidad eterna y atentaban personalmente a todo
aquel cuya personalidad emergente pudiese dañar su ya de por sí denigrada
autoestima. Ambos procedían de un nivel socioeconómico alto, gustaban de vestir
ropas de marca y cuidar su cuerpo con largas horas de gimnasio e innumerables
cremas de cara, cuerpo, pelo……etc. Sin embargo aún no habían encontrado el
elixir apropiado para su alma, revelaban en su carácter una amargura interna
que les hacía ser promiscuos en su crítica hacia los demás, depositaban todas
sus energías en las circunstancias superficiales de las personas, aunque, eso
sí, de cara al público sugerían que la verdadera importancia del ser humano
habita en su interior y en la personalidad de cada uno, doctrina que estaba
monopolizada por la hipocresía y la falsedad.
La volubilidad de sus opiniones venía
dada por su falta de seguridad, capaces de defender con uñas y dientes una
postura determinada y, pasadas escasas horas y ante las mismas personas con las
que habían mantenido dicha conversación, hacer valer una opinión antagónica.
Dicha actitud no estaba avalada por la capacidad de escucha y los argumentos
constructivos, sino que estaba erigida por la falta de convicción y la búsqueda
del viento más favorable.
El “chasis” había terminado de crear un
poema que había dejado a medias, cuya no culminación le producía gran angustia,
pues era de esas personas que si empiezan algo no paran hasta su total
consecución, eso sí, no podía finalizarse de cualquier manera, su marcado
carácter perfeccionista le empujaba a hacerlo con la mayor profesionalidad
posible, sin escatimar en esfuerzos y dejándose la piel en cada proyecto en el
que se embarcaba. En este caso el poema trataba de explicar como se sentía en
ese momento, embarcado en una nueva fase de su vida, que no tenía nada que ver
con ningún ciclo vital importante como estudian los psicólogos, sino más en un
nuevo período de madurez que no coincidía con ningún estado excepcional de su
vida, pero que el mismo sentía como distinto. El poema que apilaba, aglomeraba
y atesoraba tales circunstancias y razones, y cuya composición la había
madurado nuestro protagonista durante un tiempo que a él mismo le pareció
excesivo, rezaba así:
LO QUE ESTÁ OCURRIENDO
En las esferas del grito malicioso
Donde se ahonda el vicio lascivo
Se puede escuchar el más tierno sollozo
Que termina diluyéndose mientras escribo
Palabras, que no se agotan en su esencia
Palabras, que subsisten sin tu presencia
Palabras, que no se encarcelan en la decencia
Palabras, que fueron vomitadas por la ciencia.
Ahora me es esquivo el recuerdo
Miro con recelo el nido de mi ayer
Sobrevuelo mil paisajes como un cuervo
Que se desliza en el aire para volver a nacer,
Que extiende sus negras plumas para no dejar de
crecer,
Buscando la felicidad en un exacerbado placer,
Placer sin límites, placer por hacer,
Placer desaforado
Placer no domesticado
Placer salvaje
Placer con homenaje.
He podido volver a dormir en lujosos paraísos
Abrazado fuertemente a la música delicada de las
arpas
Inhalando el perfume de rosas y narcisos
Donde no molestan sirenas ni alarmas
Donde los textos no son breves ni concisos
Donde es siempre nítido y limpio mi karma
Tocando suavemente campos blandos y lisos
Deslizándome en blancas nubes que eran mi cama
Brincando, viviendo, soñando…..
Bailando, jugando y sonriendo……
Navegué con el espeso incienso envolviendo
El ambiente naranja y las estrellas sonrientes
El agua cristalina permitía ir descubriendo
Los fondos etéreos y los corales vivientes
Los seres libres, felices, abriendo
Sonrisas y alegrías que todavía son recientes.
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