Dash Snow A.K.A Sace |
Una
mancha negra, reflejo de muerte, sobre una mesa de roja caoba. Un revolver toma
forma para reposar inerte sobre su base de madera noble cubana.
Un
talonario es manipulado por unas curtidas manos, vestida una de sus muñecas con
un Rolex Submariner de oro, y una pluma
Montblanc dibuja con un chorro de tinta negra la debida rúbrica bajo una cifra
con un uno seguido de muchos ceros.
El
ido rostro de un jovencito muestra perplejidad e interrogación. Su padre le
tiene aferrado por el hombro y masajea, con cariño, su cuello a la altura del
oído izquierdo, como diciéndole con el lenguaje del cuerpo “Hijo no te
preocupes ya pasa todo. Dentro de poco estaremos fuera de aquí y a salvo”
—Toma
esto Roberto y dirígete al Banco de Suiza, lo primero —dijo Javier de la Mata —, no te pondrán ninguna
pega si preguntas por el Director del Banco.
A
Roberto le cambió la expresión cuando vio el amasijo de ceros que estaban
impresos en el papel que mantenía en sus manos. Ese era el capital de toda una
empresa, de una corporación mundial o de una multinacional.
—Javier,
¿Esto es legal?
—Todo
lo legal que nos permite el Sistema. Hasta hoy he sido el Director legal de la Orden del Clavel. Hemos
cometido errores y se deben de subsanar en lo posible. De hecho tenemos que
pagar por ello, es la ley de causa y efecto.
—Este
dinero no es tuyo —dijo Roberto—, te meterán en la cárcel por ello.
—Estate
tranquilo Roberto. Te prometo que no iré a la cárcel. De hecho mañana será el
principio de un nuevo mundo para todos, si Dios quiere.
—Me
preocupa tu expresión Javier —comentó Roberto—, ¿Qué te propones hacer?
—Lo
que haga es solo cosa mía —miró a Miguel, el hijo de su Amigo—, tu cuida bien
de tu hijo y sigue educándolo como hasta hoy; pero solo tengo una cosa que
reprocharte.
— ¿De
que se trata Javier? —Preguntó Roberto poniendo cara de extrañeza.
—Que
abandonases tan pronto la
Masonería. ¿Cuánto tiempo llevas en sueño masónico, volverás
algún día a retomar los trabajos de la
Orden ?
—Lo
dudo mucho Javier —Roberto no contestó a
la primera cuestión—, nunca fui realmente útil a la Orden , cuando me encontraba
a gusto en ella. Mi Sueño creo que seguirá siendo eterno. Mis métodos de
trabajo están muy lejos de las tesis manipuladoras del Sistema. Lo importante
es siempre el objetivo no los medios para llegar a conseguirlo. De hecho,
Javier, el objetivo, hoy en día, no es más que una excusa para realizar las más
absurdas tropelías; pero gracias, de verdad, por esto —Roberto hizo ostentación
del talón que le había sido entregado.
—Otra
cosa —volvió a hablar Roberto tras un breve silencio—, esto salvará muchas
almas; pero dudo mucho que sea suficiente para redimirnos a todos nosotros.
Javier
de la Mata y
Vergara sonrió mientras entregaba también un pequeño sobre cerrado a su amigo y
despedía a su hijo con una cariñosa mirada.
—Marcharos
ahora —dirigió una mirada profunda a Miguel Beltrán—, cuida de tu Padre,
necesitará mucho de ti. Ahora se van a poner las cosas feas. Por cierto no
abras el sobre hasta que estéis a salvo. Llevaros también este paquete que os
he preparado.
—Que
Dios le guíe por sus senderos —Dijo Miguel Beltrán mientras regalaba con una
sonrisa al amigo de su Padre y tomaba el paquete que le ofrecía Javier.
—Muchas
gracias, valiente Lobezno
Roberto
y su hijo se dirigieron hacia la salida mientras Javier daba orden, por el
interfono, para que dejaran marchar en
paz a sus invitados.
Una
vez que se encontró solo, en el despacho, Javier marcó un número en su terminal
telefónico.
—Póngame
con el Director del Banco de Suiza.
Esperó
unos segundos...
—Señor
Director, soy Javier de la Mata
y Vergara, Gerente de Electrónicas Aplicadas... Hoy mismo he mandado retirar
una importante cantidad... ¿La tiene disponible?..., Sí, ya..., bien, le ruego
que no ponga ningún tipo de objeción ni realice preguntas; Solo es un mandao...
Sí, tal y como convinimos.
—Eso
es, Señor Director, muchas gracias.
Javier
tomó con su mano izquierda el revolver que se encontraba sobre la mesa. Roberto
y su hijo ya se encontraban en la puerta principal cuando pudieron escuchar una
potente detonación. A Roberto se le subió el estómago a la garganta, cuando
comprendió lo que acababa de suceder. Tomó el medallón que pendía de su cuello
y tocó un pequeño micro ruptor. Miguel miró a su progenitor esperando algún
tipo de respuesta.
—Vamos
hijo, salgamos de aquí, ya no podemos hacer nada más.
Mientras
padre e hijo caminaban hacia el exterior del edificio, dos de los
guardaespaldas de Javier entraron en su despacho, encontrando el cuerpo inerte
de su Jefe con la parte superior sobre un charco de sangre en la mesa de caoba
cubana. El teléfono colgado; pero aún en su mano derecha, y un humeante
revolver, aun caliente, en su otra mano.
—
¡Dios mío, el Jefe! —Dijo uno de ellos mientras el otro levantaba la cabeza del
cadáver, descubriendo un negro orificio de entrada en la sien.
Los
dos hombres se miraron entre sí, mientras sus expresiones daban muestra de no
comprender nada de lo que allí había sucedido. De pronto, los dos individuos
cayeron en la cuenta de las personas que acababan de abandonar el despacho.
*
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