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lunes, 18 de julio de 2011

El Culturilero Imperio del Cigarral




"Colega, aquí hay un tipo que pregunta algo sobre los derechos de autor del cosmos"



En pleno Régimen del Nacional-catolicismo, el ministro del movimiento, Don José Solís Ruiz, seguramente familia por más señas, tuvo la feliz idea de pronunciar las siguientes palabras: España necesita más futbol y menos latín.

En cierto sentido es lógico pensar que la dictadura franquista prefiriese a una ciudadanía alienada más que culta, siguiendo aquella conocida directriz del más cavernoso Imperio Romano: Para que la ciudadanía no se subleve hay que darle Pan y Circo.

Llegados a este punto, quisiéramos denunciar, sin tapujos, la demagogia que se utiliza cuando se denomina como Cultura al circo mediático en el que nuestra civilización se encuentra inmersa.

No seremos nosotros quienes digamos que los medios de ocio, audiovisuales, no puedan ser denominados como cultura; pero de ahí a encumbrarlos como el máximo valuarte de la Cultura hay mucho trecho.

Resultaría paradójico tener que pagar Derechos de autor por su uso diario, aparte de lo abonado por el trabajo realizado, al ebanista que construyó los muebles de nuestras casas; así de pintoresco como si tuviésemos que pagar un canon mensual, al fabricante, por el uso diario de nuestro automóvil.

Lo dejamos aquí porque los múltiples ejemplos podrían eternizar, hasta el aburrimiento, lo expuesto en este breve artículo.

Somos conscientes que muchos dirán que lo que aquí se dice es pura demagogia; pero nosotros sabemos que solo es una cosa: Políticamente incorrecto. Existe una especie de autocensura de lo que parece que no podemos decir aunque pertenezca al Universo del Sentido Común.

Recordamos cuando en los años sesenta, los escritores de las famosas novelas de a duro, tipo Marcial Lafuente Estefanía, estaban obligados a entregar una obra semanal a Editorial Bruguera con el fin de cobrar sus limitados emolumentos y así poder sobrevivir en aquellos tiempos revueltos. Ese mismo caso se producía con los dibujantes de cómics, cuyo mayor exponente es Ibáñez, el sublime creador de Mortadelo y Filemón o de Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio.

En esa no tan lejana época existía poca diferencia entre un simple artesano, un ebanista por ejemplo, o cualquier tipo de creativo, fuese literario, gráfico o de otro tipo.

Quizá haya sido a partir de los setenta, con la entrada del nuevo Régimen democrático, que los protagonistas del Circo mediático se han ido separando, dramáticamente, de aquellos que laboran los más diversos oficios o profesiones.

En el pasado reciente, los artistas vivían de sus giras y actos realizados en los diversos pueblos de la geografía española, en sus plazas de toros, teatros o anfiteatros deportivos. En esa misma época los escritores y grafistas se tenían que dar de tortas, y trabajar a contrarreloj, para poder echarse a la boca algo que comer. Los cómicos, actores y actrices, igualmente, tenían que moverse como nómadas con el fin de conseguir unas pocas monedas en las plazas de los pueblos o en los descampados, en los alrededores de las grandes ciudades, donde podían plantar sus desplegables carpas. Los deportistas profesionales, fundamentalmente, futbolistas, mientras ejercían su profesión deportiva, tenían que realizar otro tipo de estudios para poder vivir decentemente, en el futuro, tras su breve carrera deportiva.

No decimos que regresemos a aquella época de escasez, donde nuestros padres y abuelos tenían que trabajar, durante interminables jornadas, con el fin de llevar algún bocado a sus famélicas familias; pero tan disparatado nos parece que el prolífico Ibáñez pasara tanta hambre como un vulgar Carpanta, a que sus descendientes puedan llegar a vivir, en el futuro, como grandes señores gracias a los royalties que ahora produce la Obra de tan digno Creador gráfico.

En estos momentos, la ciudadanía se encuentra al pairo del capricho del nuevo Imperio circense de la bohemia cigarra.

Hollywood y otras productoras, Virgin y otras discográficas, la FIFA o la UEFA, así como los modernos medios audiovisuales de ocio tales como las televisiones, editoriales o productoras de videojuegos. Todos ellos conforman el Nuevo Imperio de las cigarras, que no son pocas sino más de las deseables. ¿Se puede entender que haya tantas cigarras que proporcionen entretenimiento al hormiguero, como hormigas que proporcionen alimento a las simpáticas cigarras? Eso es un auténtico disparate; pero es lo que está sucediendo. Ha llegado el tiempo donde las cigarras se han adueñado del hormiguero. Ahora la cigarra no solo cobra cuando canta sino también cuando se encuentra ociosa, sea en verano o invierno.

No obstante, en el trasfondo de este galimatías de derechos, cánones y demás zarandajas recaudatorias se encuentra una idea fatua, maligna. Los guionistas, escritores, deportistas, cantantes, músicos y otros artistas, del tipo que sean, no son los verdaderos beneficiarios, en monto, de esos ilegales impuestos. Son las grandes corporaciones, ya mencionadas, quienes, literalmente se forran, dejando unas pequeñas migajas para sus trabajadores creativos. Todas estas grandes corporaciones se mueven en vista a los estudios de mercados y encuestas realizadas. No son capaces de ver lo que han ganado este año con respecto al anterior y anteriores; su ansia y avaricia solo les permite contemplar lo que no van a ganar dado que los abultados beneficios de su, pretendida y pretenciosa, cultura cigarral se les escapa por las rendijas y desagües de los medios de difusión de la información, tales como Internet y los más variopintos y modernos sistemas de grabación.

Efectivamente, no se puede consentir que un artista pase hambre; pero tampoco que vivan él y su familia como marajás, toda la vida, por unas pocas obras realizadas o que un escritor para vivir como un ídolo solo tenga que conseguir el braguetazo literario de su vida. No es de recibo que el tráfico de personas, que supone el deporte profesional en la figura de algunos futbolistas, como ejemplo, pueda suponer montos económicos superiores al presupuesto anual de organizaciones como la UNESCO.

Hemos llegado a un punto en donde al Sentido Común se lo denomina Demagogia, dado que si: Trabajo bien realizado, Trabajo bien pagado; ¿a qué vienen los Imperios de los Derechos y Patentes?: El Imperio de las patentes farmacéuticas, el Imperio de las patentes de Ingeniería automovilística, el Imperio de las Patentes de Ingeniería aeronáutica, el Imperio de las patentes de Ingeniería de Hardware de informática, el Imperio de las patentes de Ingeniería de Software… Recientemente viene sumándose a éstas y otras por mencionar, el Imperio culturilero del cigarral.

Por otro lado, y para terminar, no podemos estar más en desacuerdo con aquello de Pan y Circo o más Futbol y menos Latín. La Verdadera Cultura se encuentra en las escuelas y en la experiencia diaria de la vida. La verdadera Cultura está formada por la unión del conocimiento y la sabiduría. Para nosotros resulta un verdadero insulto, a la inteligencia, cuando se pretende sustituir la verdadera Cultura, por el bienvenido entretenimiento culturilero del cigarral.

ARALBA

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