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martes, 21 de junio de 2011

Kaos Quántico - CONSPIRACION - 13 - Teresa la Sexóloga I


Cuando el Caos evoluciona de forma natural, la Vida progresa hacia su destino; pero cuando se intenta controlar el Caos, lo acercamos a la Vida y acaba degradando cualquiera de sus programadas metas.

Miguel Beltrán (Nieto de Roberto Beltrán Senior)

*

13.-Teresa la Sexóloga

Es una mañana neblinosa en las altas cumbres de la sierra madrileña.

El sol comienza a mostrar sus nacientes y poderosos rayos, rasgando majestuosamente algunos pequeños bancos de nubes, cargados de suciedad, meciéndose a pocos centímetros del suelo y formados por diminutas gotas de agua en suspensión.

Esos mismos rayos acarician el grisáceo y viejo asfalto de una carretera comarcal poco transitada, convirtiendo el primitivo gris oleoso en un multicolor y acuoso arco iris de tonos terrosos.

Un deportivo rojo rueda sobre el pavimento. Su velocidad de crucero es moderada como si intentara ser lo más fiel posible a todas las normas de tráfico. Se despista por entre la carretera, siendo acariciado por una suave y gélida brisa.

La aparente soledad de un paisaje, cargado de lujuria y verdor natural, acompaña a sus ocupantes, que se dirigen hacia un destino incierto.

Teresa Rubio va dormitando, mientras su compañero y antiguo cliente, Roberto Beltrán, conduce su poderosa máquina rodante.

De repente, la rutina de la veloz soledad se ve interrumpida, como si fuera un sacrilegio, por la computadora de a bordo.

La masculina y sensual voz del ordenador atronó en el interior del pequeño habitáculo.

—Teresa, hemos recibido un vídeo mensaje urgente de la computadora de tu cliente, el Señor Beltrán.

La aburrida expresión de Roberto se transformó en otra interrogante, mientras solicitó la entrega de la información.

—Lo siento —contestó el vehículo—, sus notas vocales no se encuentran computerizadas en mis bancos de memoria.

La expresión que mostraba Roberto era inclasificable entre odio y sorpresa.

Teresa Rubio se fue despertando como consecuencia del jaleo que se traían entre el ordenador del automóvil y su conductor.

— ¿Qué sucede Roberto, porqué este alboroto, nos sigue la policía?

—Este jodido cacharro tuyo, que no quiere soltar prenda.

— ¿Qué? —Preguntó extrañada la propietaria del vehículo.

—Señorita Rubio me alegro que haya despertado, —contestó la máquina— estamos recibiendo un mensaje del domicilio de Roberto Beltrán. El individuo que me conduce —Si hubiese podido, Roberto habría destruido a esa cosa solo con su mirada—, no tengo registradas sus notas vocales. Los códigos de seguridad que usted me implantó impiden que pueda obedecer otras órdenes que no sean las suyas.

—Es cierto, Calvito, te concedo paso con el código quinientos dieciséis. Conductor Roberto Beltrán. Puedes proceder —Teresa miró con dulzura a su amante—, Roberto dile cualquier cosa.

—Jodida máquina, si de mí dependiera te mandaría a una puta chatarrería.

“No hay una frase sin su palabrota, este hombre no tiene remedio” —Pensó Teresa.

— ¡Códigos vocales registrados! Comunicación en marcha.

—Berta ¿qué sucede? —Preguntó Roberto.

—Algo no va bien por aquí. Llegó tu hijo antes de lo esperado y acompañado de otras personas, cuyas imágenes tengo registradas; al poco tiempo volvieron a salir pegando gritos. Petunia se encuentra inerte en el suelo y sobre un charco de sangre. Yo la llamo; pero no contesta a mis interpelaciones.

Teresa miraba la expresión llorosa y preocupada de su compañero.

—Roberto ¿Quieres que cambiemos de lugar?, anda, déjame conducir a mí.

—No Tere, no es necesario; tenía que haber previsto que algo así sucedería —Escúchame con atención, Berta, muéstrame las imágenes que tengas grabadas desde cinco minutos antes de que tomaras contacto con Miguel.

En la pantalla holográfica del vehículo, empezaron a tomar forma tridimensional unas imágenes que iban acompañadas de los correspondientes sonidos; mientras que el piloto semiautomático tomaba los mandos de seguridad del automóvil.

*

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