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lunes, 9 de enero de 2012

Kaos Quántico - CONSPIRACION - 17 - Atrapado (b)


Canecillo oeste en San Martín de Frómista -  Palencia


— ¡Javier!, ¿Dónde está mi Hijo? Como le hayáis hecho daño...

—Tu hijo se encuentra bien —Contestó el alto mandatario de la Orden de la Rosa, mientras hacía un gesto a alguno de sus secuaces.

—A la Orden de la Rosa solo le interesas tú —Dijo sonriente el anfitrión de Roberto.

Una señora entró en la estancia llevando, de la mano al jovenzuelo. El niño tiró con fuerza y se soltó para salir corriendo hacia su padre. Roberto hizo lo propio y se dirigió hacia su hijo para tomarlo en alto y fundirse ambos en un cálido abrazo.

— ¿Estás bien Miguel, Te han hecho daño?

—No, papá —contestó el chaval—; pero estaba preocupado, porque ellos han matado a Petunia.

—Lo sé Hijo mío, lo sé —Contestó Roberto a su Hijo, mientras miraba con cara de pocos amigos hacia su conocido secuestrador.

Javier interrumpió el encuentro familiar.

—Roberto, la muerte de tu sirvienta ha sido un simple accidente. En algunas ocasiones no se puede evitar que haya bajas inocentes en el transcurso de nuestra cruzada —Javier dio una profunda calada a su puro habano mientras esperaba algún tipo de respuesta.

— ¿Qué cruzada Javier? —Reprochó Roberto.

—Deja que se vaya tu Hijo, no tiene porqué conocer ciertas cosas.

—Soy yo su Padre, quien tiene la responsabilidad de las cosas que debe saber y las que no. Puede quedarse conmigo, prefiero tenerle a mi lado.

—Está bien, Roberto, al fin y al cabo no deja de ser un Lobezno, hijo de Masón.

Padre e Hijo asintieron.

A una orden de Javier, los cuatro sicarios que se encontraban en la sala, así como el ama de llaves, desaparecieron del lugar.

—Sentaos, mis invitados, al parecer algo se nos ha escapado de las manos —Dijo Javier, cambiando su anterior sonrisa por una cara de preocupación que rallaba en la rabia más contenida.

—Javier —intervino Roberto—, yo te conozco como gran iniciado del grado treinta y tres del Rito Escocés antiguo y aceptado; pero esto no me lo esperaba. Yo pensaba que nuestras organizaciones miraban por el bien de la humanidad y que su primera regla era el altruismo.

El pequeño Miguel, educadamente, escuchaba intentando comprender las palabras que allí se decían; pero sin interrumpir una conversación propia de personas mayores.

—Roberto —respondió Javier—, el altruismo sigue siendo la primera de nuestras prioridades; pero hay que hacer uso de la alquimia para recabar fondos. El dinero tiene que salir de algún lado y creo que serás consciente de que la alquimia real es una falacia y de que los importes que aportamos a nuestras respectivas órdenes son irrelevantes.

—No sé que quieres decir —Puso Roberto cara de circunstancia, medio guiñando un ojo.

—Nuestras órdenes, Amigo mío —prosiguió su explicación el Mandatario de la Orden de la Rosa—,  no son más que las puertas de entrada a algo mucho más grande y secreto. Alejado de los gobiernos provisionales de las naciones. Algo que solo puede ser mantenido por el corporativismo fijo de algunos importantes funcionarios de todos los estados. Esa Orden, es la Sagrada Fraternidad del Ánfora Gris. Una reliquia que nadie supo, hasta hace poco, de su procedencia.

Roberto siguió con interés las palabras de su superior en la Orden Masónica. El jamás había sido funcionario del Estado Republicano y era consciente que jamás habrían contado con él para subir a escalafones más allá de lo puramente mecánico, por dicha circunstancia.

—Por Internet conocemos tus adelantos en la investigación de ondas cerebrales; y por eso estas aquí ahora mismo.

— ¿Peligran nuestras vidas, no es cierto Javier?

—Nada de eso Roberto. Creo que somos nosotros o alguno de nosotros quienes se han equivocado. Hemos empezado a utilizar unas herramientas que, si no me equivoco, se nos han ido de las manos. En nuestra lucha contra la superstición el fanatismo y la intolerancia, con la única idea de conseguir una educación laica, estamos utilizando los medios que la alquimia, la ciencia, nos proporciona. Es una herramienta terrible, ¿No es verdad Roberto? —preguntó Javier sin esperar respuesta—, hace ya muchos años, desde los cuarenta, del siglo pasado,  aproximadamente, utilizamos los estudios sobre telepatía y manipulación subliminal no solo para conseguir los objetivos fundamentales que ya conoces sino que fueron utilizados, igualmente, para conseguir los medios materiales necesarios. Creo Roberto, te lo digo de veras, que aunque la intención era buena algo se nos ha escapado de las manos. Los científicos de la Royal Society de Gran Bretaña están en ello.

—Pero en definitiva, Javier, si ya sabes lo que está pasando y que están nuestras organizaciones involucradas ¿Qué quieres de mí?

—En realidad, Roberto eres tú el que necesitas algo de mí. La Orden de la Rosa, de la que soy el más alto cargo aquí en Iberia, aquí se llama del Clavel, va a desaparecer. Tú hasta ahora no lo sabes; pero aunque detrás de la Masonería y la Rosacruz se encuentra la Orden Transnacional de Funcionarios, de Agentes Secretos, conocida con varios nombres Rosa, Clavel..., que más da. Hay una Orden que está sobre todas ellas y que antaño estaba constituida por los más grandes dirigentes de los estados. Reyes, Presidentes y Expresidentes de todas las repúblicas del Planeta...

— ¡Los Iluminati! —Interrumpió Roberto.

—Efectivamente, Amigo mío, pero no aquellas organizaciones que están registradas, con ese nombre,  como sociedades culturales —dirigió su mirada hacia el hijo de Roberto y este le contestó con el mismo silencio—, yo también tuve una hija muy querida, pero la perdí como consecuencia de los trabajos que llevamos a cabo. Los Iluminati saben que nos hemos equivocado y que se está utilizando la ciencia para oscuros motivos. Sus efectos secundarios, intuyo que no pueden ser nada buenos y ahí es donde entras tú Amigo mío.

—Sigo sin entender —Dijo Roberto.

—Lo tienes ante ti Roberto —Javier empezó a llorar y sus lágrimas resbalaron, sin ninguna ocultación, por sus mejillas—, Dime si la muerte de mi hija tuvo que ver con los medios que utilizamos para manipular. Dime si por hacer un bien estamos matando y haciendo involucionar a la humanidad. Estamos haciendo un mal mayor. Dime, en definitiva, Amigo, dime, por favor, dime que estoy equivocado...

Javier le contó a Roberto lo acontecido, hacía pocos años con su hija, mientras Miguel y su padre hacían esfuerzos por contener las lágrimas.

—Lo siento mucho Javier —contestó Roberto—, pero tu inquietud es correcta y ahora no me queda ninguna duda de que como no se corte esa intervención, de raíz, a la humanidad no le queda mucho tiempo antes de su autodestrucción.

El Ingeniero comentó al gran mandatario, dentro del concepto más divulgativo, todos los entresijos de su descubrimiento. Para el Gran Comendador ya no quedaba ninguna duda. Para conseguir los medios económicos necesarios para dirigir a la Humanidad hacia no se sabe bien donde, habían convertido al propio hombre en simple ganado al que no importaba sacrificar en pos de una utopía.

—Ahora ha llegado el final de todo Roberto —Javier, alto mandatario de la Orden de los servicios secretos internacionales conocida como de La Rosa, abrió uno de los cajones de su mesa y sacó algo de él, mientras una sonrisa maligna adornaba su rostro.

— ¡Qué vas a hacer! —Exclamó Roberto al ver que su contertulio había sacado un revolver del que quitaba el seguro, en presencia de él y de su propio Hijo.

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